jueves, 17 de abril de 2008

Declaración Primera

Aquellos versos sostenían mi poesía.
El perfume de las palabras
le daba un aroma interesante
a cada una de mis cuatro líneas.
Tiempos demasiado largos y una rima ausente.
Escribiendo podía olvidar un rato la soledad
y ver en este espejo de letras un estado de ánimo momentáneo
suficiente para lucir una originalidad reprimida y reconocerme sin oposición.
Quizá leyendo entre líneas subyace mi persecución diaria la raíz de mis males y mis alegrías.
De todas formas, la energía que oprime el cuerpo y el alma se irá debilitando.
Algún día y ya sin motivos, dejaré de escribir.

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