Se oyó por primera vez la lejana voz.
Lejana porque venía desde la profundidad de su alma y además,
había viajado en su interior toda una vida.
Se impuso contra toda resistencia e indecorosamente y de la manera más despreciable, profirió una parte de su añeja y dolorosa reserva.
El imprevisto y la discordia declararon el comienzo de largas e impensadas batallas.
La hostilidad me arrancó de prepo mi colorido escudo de alegría; aquella chapa firme en donde estaban grabados mis años, mis sueños, mi iresponsabilidad, mi impunidad.
Y me presentaron al contrincante más poderoso de la tierra, aquel que por habitar en cada cuerpo y en cada alma, reluce nuestras miserias más horribles. La culpa.
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martes, 14 de julio de 2009
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