viernes, 23 de diciembre de 2011

Esencia de vainilla

Dejó con sutileza el diminuto recipiente y me invitó a descubrir misteriosamente su contenido; proponiéndome simplemente, que usara mi sentido del olfato.
Aunque ya estaba impaciente por saber de qué se trataba, con toda tranquilidad desenrosqué la pequeña tapa del recipiente, cerré mis ojos y manteniendo la calma, me fui acercando, para percibir el olor que de allí provenía.
Aquel aroma me llevó en el tiempo. Sin querer, memoricé e iluminé una instancia de mi pasado, que estaba muy bien resguardada. Fue como si hubiese encontrado un viejo álbum de fotografías, en algún cajón olvidado. Los recuerdos se presentaban como imágenes vivas, causándome sensaciones difíciles de manifestar. Aquellas representaciones ambiguas, me situaban en la cocina de mi casa, junto a mi madre. Y allí, mientras ella preparaba su tradicional bizcochuelo de cada domingo, yo circundaba mirando cada detalle y cada movimiento. Muy cerquita de la mesada, disfrutaba de acompañar a mi madre, en su cariñosa tarea; y con alegría colaboraba alcanzándole uno a uno los ingredientes y elementos para la preparación.
El momento esperado venía cuando ya casi estaba todo listo para batir. Se acercaba, me tomaba las manos, me entregaba la batidora con cuidado, sugiriéndome que la tomara con fuerza y ahí nomás, me cedía la responsabilidad para que yo, con todo el entusiasmo, continuara batiendo. Luego de unos minutos mi madre abría la heladera, tomaba el envase marrón y mientras yo observaba el movimiento giratorio, ella comenzaba a echar algunas gotas de “esencia de vainilla”. El inconfundible olor, se introducía por toda la cocina y poco a poco el amarronado líquido se esfumaba entre el batido. Finalmente, cuando la preparación estaba lista, mi madre quitaba las paletas de la batidora, permitiéndome que saboreara las gotas que caían. Qué placer me daba, percibir en mi paladar la dulzura del preparado, junto con el deleite de sentir el olor a vainilla. Aquella sustancia concentrada tenía un aroma especial, que le daba un encanto, al esponjoso bizcochuelo que acompañaba la merienda, de cada atardecer de domingo.
La esencia de vainilla que perfumaba mi infancia, hoy me sorprendió luego de largos años de olvido. Y, por un instante, recobraron vida gratos recuerdos en compañía de mi madre.


Mayo de 2009

1 comentario:

aguantecozzo dijo...

feliz navidad hermosa. a pesar de que no seguis mi blog...


buaaaaa