jueves, 20 de septiembre de 2007

VENEZUELA Y LA RIOJA

Donde las almas encontraron el refugio eterno.
Y las miradas desearon con locura.
Y los espejos ardieron, empañándose largas noches.
Las fantasías, los sueños de a dos.
Donde la ropa disimulaba el suelo,
mientras dos cuerpos sin juicio desprendían deseos.

Noches de invierno
en aquella avenida del silencio,
privada y tan íntima,
muy pocos testigos podían ver a través de ella
y son quiénes afirman que en esa calle existen
huellas muy marcadas que se dirigen a una sola dirección.
Venezuela siempre esperaba que se haga de día para renacer
y convertirse exageradamente
en el lugar propicio para esperar un tranposrte público.

Esa esquina contempló mi rostro encendido
mis ojos vidriosos
mi ceño fruncido
algunas risas de vez en cuando.
Pero no creo que haya percibido
mis músculos cansados
o un corazón pulsando el vacío
y mucho menos una sombra conturbada
buscando la manera de embestir a su próxima víctima
desconcertándola impunemente
para volver a ser ese aparente sujeto en su segunda (o quién sabe ) faz.

Ya hace unos meses que no visito aquel barrio,
aunque muchas veces la perversión late.
Entonces me viene la idea de que voy a volver.
También sé que quizá,
algún día inesperadamente
me voy a bajar del colectivo en esa esquina
y ese hotel ya habrá dejado de existir.


viernes 22 de junio de 2007

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