martes, 25 de noviembre de 2008

MENGUANTE

Itinerante me pienso,
cuando brota el entretiempo.
Sobreviene lentamente
y me siento carcomida
por la desesperación extrema del vacío.
Flaqueo indefensa,
próxima a un purgatorio figurado,
donde mi mente detractora
recita una a una mis penas.
Pronto las cavidades se llenan de ira
enfureciéndome hasta la inmovilidad.
Me resisto obstinadamente,
pues el más mínimo gesto de clamor podría despertar atrozmente mi soledad.
Prefiero resistir hasta que sople un viento y mi agitación se revierta en un pulso delicado.
Mi necesidad se traduce en limosna,
arriesgarme o pedir ayuda me convencen de una humillación interior,
que no quiero afrontar.
Profundamente resentida, mi fragilidad y mis carencias se inmortalizan.

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